¡A veces oímos, pero no escuchamos! Escuchar es prestar atención
a lo que se oye. A eso es a lo que se refería Jesús cuando , al finalizar
alguno de sus discursos, exclamaba: ¡el que tiene oídos para oír, oiga! Me
gusta como lo expresa la versión Nueva Traducción Viviente: “Todo el que tenga oídos para oír, que
escuche y entienda” (Mateo 13:9). Esta es una expresión que va más allá
de la comprensión de lo que se oye: requiere acción, práctica. Pareciera que mucha
gente tiene este problema: oye , pero no se pone en acción para practicar lo
aprendido. ¿Cómo esperamos mejorar en las áreas débiles de nuestra vida si no
aplicamos los nuevos valores, principios, estrategias o recomendaciones que oímos?
¿Deseas ser mejor persona, hijo(a), padre, madre, esposo(a), empleado(a), dueño
de negocio, estudiante, etc.? Será necesario dar un paso más allá que solamente
oír. Mucha gente que he atendido en consejería sabe lo que tiene que hacer para
mejorar su vida y sus relaciones interpersonales; sabe qué debería hacer para
alcanzar sus objetivos; sabe cómo trabajar para alcanzar nuevos niveles de
madurez en la vida cristiana, pero no aplican lo que saben; no lo ponen en
práctica. Santiago escribió a sus lectores cristianos: “Pero no basta con oír
el mensaje; hay que ponerlo en
práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos”.
(Santiago 1:22 DHH). Justo de esto es de lo que Jesús quiere salvarnos: de que,
al no poner en práctica sus enseñanzas en nuestras vidas, nos engañemos a
nosotros mismos y acabemos en la ruina. ¿Qué vas a hacer? “Todo el que tenga oídos para oír, que
escuche y entienda”.
jueves, 19 de junio de 2014
lunes, 7 de abril de 2014
¡YA VIENEN LAS VACACIONES!
“Cuando ya se acercaba
el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén”. (Lucas 9:51 DHH)
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alta
poco para la semana santa! Es un tiempo que la mayoría dedica al descanso, la
diversión, las celebraciones con los seres queridos, la playa, entre otras
actividades. Para algunas personas significa toda una semana de asueto y para
otras, cuatro días, por lo menos. ¡Cuánto deseamos que lleguen esos días para
zafarnos, aunque sea por pocos días, de la responsabilidad de nuestros deberes
y obligaciones! No obstante, para Jesús, esa primera semana santa no
significaría diversión y esparcimiento, sino, en las palabras del Primer
Ministro de Inglaterra para la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill,
“sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. El mismo Jesús les comentaría a sus
discípulos que “le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser
desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas,
y ser muerto, y resucitar después de tres días”. (Marcos 8:31).
Me impacta la narración de Lucas de aquel momento en que
Jesús decidió encaminarse hacia su sentencia de muerte: “Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo…”
¿Te imaginas la escena? Jesús mirando hacia Jerusalén, la ciudad que debía
recibirle como Rey y Mesías, era precisamente el lugar donde sufriría la muerte
más cruel inventada por el hombre. ¡Cuántas emociones revolviéndose en su
estómago! ¡Cuántos pensamientos se cruzaron por su mente! ¡Cuántos recuerdos de
su niñez, su familia, de las profecías que hacían referencia a él en ese tiempo
que estaba por cumplirse! Cualquiera de nosotros, al tener consciencia de un
futuro tan doloroso, hubiese salido huyendo en el primer camello que hubiese
pasado a nuestro lado; mas Jesús no lo hizo. En cambio, él “…emprendió
con valor su viaje a Jerusalén”. ¡Qué increíble su claridad acerca de
lo que significaban el compromiso, la responsabilidad, la disciplina, el
sacrificio y la recompensa postergada, entre otros valores!
Cuando llegó el tiempo de ir a morir a Jerusalén, Jesús emprendió su viaje. No evadió el
compromiso con su misión, más bien, comenzó la obra de ir a la capital de
Israel, aun cuando eso implicaba un peligro mortal. Además, emprendió su viaje
con valor, es decir, esforzada,
decidida y vigorosamente.
Y nosotros, ¿qué hacemos ante nuestros compromisos? Por
supuesto, ellos no implican una sentencia de muerte, pero ¿los enfrentamos con
emprendimiento y valor o somos evasivos a ellos? El matrimonio, la familia, el
empleo, los negocios, los estudios, las deudas, nuestra palabra empeñada,
nuestro llamado en el reino de Dios y muchas otras cosas exigen de nosotros la
toma de una decisión: emprender con valor nuestras obligaciones o huir.
Para muchos la decisión más cómoda será huir por caminos “más
tranquilos”, donde no hay presiones, ni responsabilidades a mediano y largo
plazo, buscando una felicidad que nunca llega porque está cimentada en la
publicidad engañosa de este mundo. Mientras que otros elegirán un camino menos
transitado, que conlleva riesgos y peligros, pero que les conducirá a un
destino de satisfacción, logros, crecimiento, realización y éxito.
¡Jesús lo sabía! Por eso les dijo a sus seguidores que debía
ir a Jerusalén; que sufriría y moriría, pero, que después de cumplir su misión,
resucitaría al tercer día (Marcos 8:31).
¡Tú y yo también lo sabemos! Después de asumir nuestras
responsabilidades con emprendimiento y valor, recibiremos la satisfacción de la
obra cumplida y experimentaremos la verdadera realización de nuestra vida.
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sábado, 1 de marzo de 2014
¿ERES DE UNA SOLA PIEZA?
¿ERES DE UNA SOLA PIEZA?
Uno de los atributos que Dios espera de aquellos que desean
tener una relación genuina y personal con Él es la integridad. El diccionario
la define como "rectitud"; y añade que significa
"totalidad", "plenitud". Podríamos concluir que una persona
integra es una persona que vive rectamente y es de una sola pieza en su
carácter, convicciones, principios y valores. El Salmo 15 es la descripción de
una persona que vive del tal manera y, en consecuencia, podrá entrar en la
presencia del Señor:
"1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién
morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad
en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su
prójimo, Ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a
los que temen a Jehová.
El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
5 Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente
admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás."
Dios demanda de aquellos que profesan su nombre, una vida
íntegra. No es congruente predicar un mensaje de amor, paz, honestidad,
compromiso y sacrificio, con las palabras, cuando nuestras acciones reflejan
todo lo contrario. Mahatma Gandhi lo expresó de esta forma: "Nadie puede
hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es
un todo indivisible".
Jesús es el ejemplo más fiel de una persona integra. Él
demostró que su carácter y convicciones no estaban divididos, dependiendo de
las circunstancias. Él no sólo habló de amor y perdón cuando las cosas iban
bien. También los demostró cuando fue traicionado por alguien tan cercano que
"mojaba el pan en su plato"; cuando fue abandonado por sus amigos y
discípulos; cuando fue torturado y clavado en una cruz para sufrir una de las
muertes más horribles. Entonces, ¿Qué debemos hacer nosotros? "...Amen a
sus enemigos y oren por quienes los maltratan. Así demostrarán que actúan como
su Padre Dios, que está en el cielo. Él es quien hace que salga el sol sobre
los buenos y sobre los malos. Él es quien manda la lluvia para el bien de los
que lo obedecen y de los que no lo obedecen. Si ustedes aman sólo a quienes los
aman, Dios no los va a bendecir por eso. Recuerden que hasta los que cobran
impuestos para Roma también aman a sus amigos. Si saludan sólo a sus amigos, no
hacen nada extraordinario. ¡Hasta los que no creen en Dios hacen eso! Ustedes
deben ser perfectos como Dios, su Padre que está en el cielo,es perfecto"
(Mateo 5:44-48 TLA).
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