lunes, 7 de abril de 2014

¡YA VIENEN LAS VACACIONES!

LA PRIMERA SEMANA SANTA
Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén”. (Lucas 9:51 DHH)

¡F
alta poco para la semana santa! Es un tiempo que la mayoría dedica al descanso, la diversión, las celebraciones con los seres queridos, la playa, entre otras actividades. Para algunas personas significa toda una semana de asueto y para otras, cuatro días, por lo menos. ¡Cuánto deseamos que lleguen esos días para zafarnos, aunque sea por pocos días, de la responsabilidad de nuestros deberes y obligaciones! No obstante, para Jesús, esa primera semana santa no significaría diversión y esparcimiento, sino, en las palabras del Primer Ministro de Inglaterra para la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. El mismo Jesús les comentaría a sus discípulos que “le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días”. (Marcos 8:31).
Me impacta la narración de Lucas de aquel momento en que Jesús decidió encaminarse hacia su sentencia de muerte: “Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo…” ¿Te imaginas la escena? Jesús mirando hacia Jerusalén, la ciudad que debía recibirle como Rey y Mesías, era precisamente el lugar donde sufriría la muerte más cruel inventada por el hombre. ¡Cuántas emociones revolviéndose en su estómago! ¡Cuántos pensamientos se cruzaron por su mente! ¡Cuántos recuerdos de su niñez, su familia, de las profecías que hacían referencia a él en ese tiempo que estaba por cumplirse! Cualquiera de nosotros, al tener consciencia de un futuro tan doloroso, hubiese salido huyendo en el primer camello que hubiese pasado a nuestro lado; mas Jesús no lo hizo. En cambio, él “…emprendió con valor su viaje a Jerusalén”. ¡Qué increíble su claridad acerca de lo que significaban el compromiso, la responsabilidad, la disciplina, el sacrificio y la recompensa postergada, entre otros valores!
Cuando llegó el tiempo de ir a morir a Jerusalén, Jesús emprendió su viaje. No evadió el compromiso con su misión, más bien, comenzó la obra de ir a la capital de Israel, aun cuando eso implicaba un peligro mortal. Además, emprendió su viaje con valor, es decir, esforzada, decidida y vigorosamente.
Y nosotros, ¿qué hacemos ante nuestros compromisos? Por supuesto, ellos no implican una sentencia de muerte, pero ¿los enfrentamos con emprendimiento y valor o somos evasivos a ellos? El matrimonio, la familia, el empleo, los negocios, los estudios, las deudas, nuestra palabra empeñada, nuestro llamado en el reino de Dios y muchas otras cosas exigen de nosotros la toma de una decisión: emprender con valor nuestras obligaciones o huir.
Para muchos la decisión más cómoda será huir por caminos “más tranquilos”, donde no hay presiones, ni responsabilidades a mediano y largo plazo, buscando una felicidad que nunca llega porque está cimentada en la publicidad engañosa de este mundo. Mientras que otros elegirán un camino menos transitado, que conlleva riesgos y peligros, pero que les conducirá a un destino de satisfacción, logros, crecimiento, realización y éxito.
¡Jesús lo sabía! Por eso les dijo a sus seguidores que debía ir a Jerusalén; que sufriría y moriría, pero, que después de cumplir su misión, resucitaría al tercer día (Marcos 8:31).

¡Tú y yo también lo sabemos! Después de asumir nuestras responsabilidades con emprendimiento y valor, recibiremos la satisfacción de la obra cumplida y experimentaremos la verdadera realización de nuestra vida.