"Que el fiel amor y la
lealtad nunca te abandonen. Átalos a tu cuello, escríbelos en tu
corazón..." (Proverbios 3:3 PDT)
¡Cuántos problemas tenemos en
nuestras relaciones personales, laborales y ministeriales porque no entendemos,
ni aplicamos los valores de la fidelidad y lealtad! Para el escritor del libro
de Proverbios, el sabio tiene, no sólo como cualidades, sino como valores
esenciales en su vida la fidelidad y la lealtad. ¿Por qué fallamos en aplicar
estas virtudes que Dios espera ver en sus hijos con tanta frecuencia? Antes de
responder esta pregunta es necesario establecer una verdad fundamental: SIEMPRE
SEREMOS FIELES Y/O LEALES A ALGUIEN O A ALGO. No es necesario que conozcamos el
significado etimológico de estos términos para comprenderlos y ponerlos en
práctica. Conozco a mucha gente que tiene poca o ninguna instrucción académica
y son las personas más incondicionales en cuanto a fidelidad y lealtad; así
como también he conocido personas con mucha instrucción y preparación y son
infieles y desleales. Mi punto es que la gente no es infiel o desleal por
ignorancia académica. Sin embargo, una razón que viene a mi mente es que no
somos fieles o leales porque somos inconstantes en nuestros propios principios
y valores. Por ejemplo: cuando alguien te dice que robar no es malo cuando se
hace por hambre, ¿estás de acuerdo? Otra pregunta interesante sería: ¿Cuál es
el Dios verdadero? Para muchos no sería difícil responder esta pregunta, no
obstante, cuando confrontaron a los israelitas con dicha interrogante, se
quedaron callados. ¿Por qué? Porque dudaban en sus convicciones y principios
más elementales (1 Reyes 18:21). En la carta escrita por Santiago encontramos
una declaración impactante acerca de los que dudan: “...El que duda es como una
ola del mar que el viento se lleva de un lado a otro. No sabe lo que quiere,
por lo tanto no debe esperar nada del Señor, pues el que duda es inestable en
todo lo que hace.” (Santiago 1:6-8 PDT). Te pregunto: ¿Eres una persona que, no
sólo sabe cuáles son sus principios y convicciones, sino que los mantiene
inconmovibles ante quién sea y lo que sea? Los que dudan en sus principios y
valores siempre verán comprometidas su fidelidad y lealtad.
Reflexionando un poco más sobre
la infidelidad y la deslealtad, encuentro que hay gente que es infiel y/o
desleal porque es egoísta. Este tipo de persona pretenderá ser fiel y leal sólo
a sus propios intereses. Puede que sea parte de un equipo, grupo u
organización, pero su objetivo no será el beneficio del colectivo sino el
personal. Por ejemplo: La fidelidad y lealtad de Eva hacia sí misma se
sobrepuso a la fidelidad y lealtad a Dios y a su esposo cuando estuvo frente al
fruto prohibido. Rebeca, la esposa de Isaac, puso en primer lugar sus propios
intereses en vez de ser fiel y leal al mandato divino; por eso, engañó a su
esposo para que bendijera a su hijo preferido (Jacob). E igualmente, Acán pensó
sólo en sí mismo cuando decidió quedarse con parte de lo que había sido
declarado como maldito y que debía ser destruido. Todos ellos terminaron siendo
fieles a sí mismos porque su corazón estaba dominado por el egoísmo.
Finalmente, hay gente que es
infiel y/o desleal porque decide serlo. A pesar de que saben lo que deben
hacer, deliberadamente, escogen herir y hacer sufrir, siendo infieles y
desleales. Por ejemplo: El apóstol Pablo le deja claro a sus lectores romanos
que el ser humano ha decidido darle la espalda a Dios a pesar de que han visto
su poder y su gloria a través de la creación. El apóstol les escribe: "...Aunque
los seres humanos conocían a Dios, no lo respetaron como él merece ni le dieron
gracias. Terminaron pensando bobadas y se cerraron al entendimiento. Se creían
sabios, pero sólo eran unos tontos..." (Romanos 1:21-22 PDT). Quiero
decirte que si el ser humano es capaz de hacer esto con Dios, también lo puede
hacer con su prójimo.
El meollo del problema de
infidelidad y deslealtad se centra, entonces, en el corazón de cada individuo
que, a sabiendas, decide serlo; que conscientemente antepone sus propios
intereses en vez de pensar en su prójimo; y que vacila en pasar por el filtro
de principios firmes su conducta y acciones.
Ahora bien, necesitamos ir un
poco más allá en esta reflexión sobre la infidelidad y la deslealtad. No basta
con reconocer dónde estamos, es imperativo asumir los cambios que nos llevarán
a mejorar en las áreas débiles y a rectificar cuando sea pertinente, pues como
mencioné al principio, muchos de los problemas en nuestras relaciones, a todos
los niveles, tienen su origen en la infidelidad y la deslealtad. Por lo tanto,
asume el reto de dejar de ser inconstante en tus convicciones y principios. Sé
capaz de permanecer inconmovible en tus principios aun ante lo peor, así como
lo hizo el apóstol Pablo ante las amenazas de muerte: "Mas yo sé en quién
he creído". Recuerda que en la rutina diaria de tu vida encontrarás
trampas y emboscadas que te tentarán a abandonar tus convicciones, pero es allí
cuando debes confesar con plena certidumbre: "yo sé... y estoy
seguro". De igual manera, debemos ejercitarnos en
amar a nuestro prójimo e interesarnos genuinamente en sus necesidades en vez de
pensar sólo en las nuestras. La recomendación de Pablo a los filipenses fue la
siguiente: "...No hagan nada por rivalidad ni orgullo. Sean humildes y
cada uno considere a los demás como más importantes que sí mismo. Que cada uno
no busque sólo su propio bien, sino el de los demás" (Filipenses 2:3-4
PDT). Permíteme recalcar en la palabra EJERCÍTATE. Amar al prójimo e
interesarse en él requiere de un ejercicio cotidiano para lograr el hábito en
nuestra vida.
Por último, si te has dado cuenta
que en tu corazón hay egoísmo y pecado de infidelidad y deslealtad, puedes
venir ante el Señor y decirle como el salmista David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva
un espíritu fiel dentro de mí" (Salmo 51:10 NTV). Recuerda que "el
que encubre su pecado no prosperará, pero el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios
28:13).