jueves, 28 de noviembre de 2013

¡VIVE LA VIDA PLENAMENTE!



"Antes ustedes estaban muertos a causa de las maldades y pecados en que vivían, pues seguían los criterios de este mundo y hacían la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios". (Efesios 2:1-2 DHH). Según estos versículos hay dos decisiones que nos alejarán de la posibilidad de vivir la vida plena que Dios nos ofrece a través de Jesucristo. Dicho alejamiento se expresa con la palabra "muertos", dándonos a entender el estado en que se encontraría nuestra relación con Dios por asumir una actitud de independencia y rebeldía hacia El. ¿Cuáles son esas dos decisiones cruciales que nos impedirían vivir una vida de plenitud y realización en Dios? En primer lugar, "seguir los criterios de este mundo". Un criterio es una norma, regla o pauta para conocer la verdad o la falsedad de una cosa. Cuando establecemos como norma una manera de comportarnos o de actuar sólo porque "todo el mundo lo hace o porque "el sistema está hecho para que funcione de esa manera" y no porque Dios lo aprueba, estamos dejándonos llevar por los criterios de este mundo. Si queremos vivir la vida abundante que Dios nos ofrece, será necesario apegarnos a los valores que el Señor nos enseña a través de Su palabra y no dejarnos llevar por los anti-valores de este mundo. Y, la segunda decisión que nos alejaría de la vida plena que Dios nos ofrece es "hacer la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios". El mismo Jesús lo expresó de esta forma: "El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12:30 DHH). Así que si no estamos dispuestos a hacer la voluntad de Dios, entonces estaremos dispuestos a hacer la del enemigo de nuestras almas. ¿Qué sentido tendría alcanzar todo el éxito de este mundo y perder nuestra alma? Hoy estamos sometidos a una terrible presión para alcanzar nuestros objetivos y satisfacer nuestras necesidades tomando decisiones que ocasionarían pérdidas fatales en nuestra relación con Dios; sin embargo, el pasaje de Efesios nos muestra que hay esperanza y una posibilidad real de vivir de una manera diferente: "Antes ustedes estaban muertos..."; no obstante, el apóstol Pablo escribirá más adelante, "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo" (2:4-5). ¡Sí es posible vivir para agradar a Dios en este mundo y participar de esa vida plena y novedosa que Él nos ofrece! ¡Es una decisión! La más importante de nuestra vida ¡Confía en Jesús y él te dará todo lo que necesitas para ser verdaderamente feliz!. Te animo a que recuerdes las palabras de Jesús que nos dice: "En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo". (Juan 16:33 NVI).

miércoles, 10 de julio de 2013

¡FELIZ DÍA DEL NIÑO!

Todavía se oye retumbar en nuestros oídos el eco de las palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos en aquella oportunidad en que algunos padres les trajeron a sus hijos para que los bendijese: "Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños. Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él" (Marcos 10:14, 15 NTV).
Algunos llamados de atención se cuelan en esta declaración del Hijo de Dios. 1) ¡Dejemos a un lado el menosprecio! Aunque para los judíos tener hijos era una señal de la bendición de Dios, éstos no tenían un lugar de importancia, ni valor en la sociedad. Menospreciar es amar menos; no reconocer el valor que la persona tiene. Jesús insistió mucho con sus discípulos sobre quién debía ser el más importante y, precisamente, uno de los ejemplos que usó fue el colocar a un niño en medio de ellos y asegurarles que para ser el más grande en el reino de Dios había que hacerse como uno de esos pequeños. Hoy debemos seguir tomando esta enseñanza en cuenta. En primer lugar, no tener en poco a aquellos que no están a nuestro nivel social, intelectual, físico, emocional o espiritual, sea chico o sea grande. Los niños no son un estorbo, un mal necesario, un mal cálculo en nuestros planes, o un fastidio en nuestras vidas. Son seres humanos igual que los adultos. Con sentimientos, sueños, necesidades y un propósito definido dentro de la institución que llamamos familia. Ellos merecen ser amados, valorados, escuchados y atendidos; y, en segundo lugar, debemos aprender de ellos a amar, perdonar, ser humildes, a soñar, a tener sentido del humor, a tener contetamiento y muchas otras virtudes y actitudes. 2) ¡Dejemos que los niños se acerquen a Jesús! Los discípulos no entendían nada. Para ellos lo importante era su propia agenda. El Mesías era demasiado importante como para atender a unos "simples niños". Hoy estamos demasiado ocupados como para prestarle atención a las necesidades "menores" de nuestros hijos. No le damos importancia a lo que entra a su mente, ni a lo que hay en su corazón. Somos capaces de dejarlos al cuidado de "otros": los videojuegos, la internet, la TV u otros entretenimientos, sin ningún tipo de supervisión y, lo que es más triste, preferimos exponerlos a ideas y pensamientos egoístas, que permitirles que conozcan a Dios y aprendan a tener una relación personal con él. Jesús, hoy, nos repite la misma frase: "Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Suena como a una sugerencia, pero también es un imperativo. Si queremos lo mejor para nuestros niños (el reino de los cielos), no les pongamos obstáculos para que puedan conocer al Dios que se hizo como uno de nosotros con tal de salvarlos también a ellos.

domingo, 2 de junio de 2013

¡HAZ LA MEJOR INVERSIÓN!

¡Hoy en día, ya no queda tiempo ni para comer! ¡Paso todo el día tan ocupado que no me queda tiempo para hacer lo que, en realidad, me gusta! Estas son las expresiones que se oyen con más regularidad entre la gente que, cada amanecer, tiene que enfrentar sus retos cotidianos con una agenda llena de compromisos y actividades. Pareciera que una característica de la persona emprendedora del siglo XXI es: "vive apresuradamente". Sin embargo, no es posible practicar este agitado ritmo de vida sin que se resientan las relaciones matrimoniales, familiares, interpersonales, la salud, la alimentación, el bienestar emocional y el espiritual. Sin darnos cuenta, estamos invirtiendo nuestros esfuerzos en aquello que traerá pocos o ningún beneficio a nuestra vida. Ya el Señor se había dado cuenta de esto hace mucho tiempo y, a través del profeta Isaías, nos inquiría: "¿Para qué gastar el dinero en lo que no es verdadera comida? ¿Para qué desperdiciar los ingresos en lo que no satisface realmente? Escúchenme con atención, así comerán bien y disfrutarán de buena comida." (Isaías 55:2 PDT).
Invierte en aquello que traerá satisfacción a tu vida. Hoy estamos recurriendo a la "comida chatarra" para llenar nuestros estómagos, pero no nos estamos nutriendo. ¿Te atreverías a calcular cuánto has gastado en estos últimos 30 días comiendo en la calle? Te aseguro que tu cintura aumentó de talla, pero hubo muy poco aporte nutricional a tu cuerpo. ¡Claro, también hubo una pérdida importante en tu bolsillo! Pero yendo un poco más allá, deberíamos pensar cuánto tiempo, energías, relaciones, dinero, salud, paz y felicidad, entre otros tesoros, hemos perdido con la "compra" de lo que no satisface realmente. Tratamos de buscar la satisfacción y la felicidad en aquellas cosas que los seres humanos han determinado como vitales, pero que, al conseguirlas, muy rápido nos damos cuenta que todavía no son suficientes para sentirnos plenamente satisfechos. Isaías 55:2 plantea que es necesario invertir, pero en aquello que alimenta de verdad y en lo que traerá satisfacción real. Es preciso preguntarnos en este punto, si lo que este mundo nos ofrece no es lo que satisface verdaderamente, entonces, ¿qué es? Jesús nos da una respuesta enfática: "Jesús les dijo: —Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; quien cree en mí, nunca tendrá sed." (Juan 6:35 PDT). ¡El alimento verdadero es Jesús! ¡ El que pone su confianza en Jesús, tendrá la satisfacción plena! Una relación genuina, profunda, continua, con Jesús llenará nuestra vida de sentido, propósito y satisfacción y la búsqueda de nuestra realización plena la obtendremos tratando de agradar a Aquel que pagó un precio muy alto por nuestra salvación y no agradándonos a nosotros mismos.
Escúchenme con atención. ¡Qué interesante! El Señor está haciéndonos señas para que le prestemos atención a Él, en medio de miles de ofertas engañosas. Hoy se gastan impresionantes sumas de dinero con el propósito de convencernos de que el producto "x" es mejor que el producto "y", y nosotros ya no sabemos a quién prestarle atención, ni en quién creer. En medio de todo ese alboroto y confusión, está el Señor diciéndonos: "¡Óiganme, yo tengo lo que traerá satisfacción a sus vidas! ¿A quién escucharemos? Quizás hay muchas voces que se levantan para llamar nuestra atención e inclusive nuestros propios pensamientos pueden estar gritando fuerte para hacerse oír, pero sólo Dios tiene la mejor oferta. Él dice: "Todos los que tengan sed, vengan a tomar agua. Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Compren vino y leche, sin que les cueste nada, gratis." (Isaías 55:1 PDT). ¡No hay nadie que nos ofrezca algo mejor que esto!
...Comerán... Disfrutarán... El Señor te da satisfacción garantizada de por vida. Él es el manantial de vida, no un pozo; es el verdadero alimento, no un Maná que sólo dura un día, a lo sumo dos, y luego se pudre; es la luz del mundo, no un pequeño reflector, cuya luz se disipa a la distancia. En serio, si dejas de correr al ritmo de este mundo y te detienes un momento, si escuchas atentamente la voz de Dios y la distingues, por encima de esas otras miles de voces que tratan de taparla, si decides invertir en lo que realmente llenará tu vida plenamente, entonces, ¡comerás y disfrutarás! Hoy mucha gente come, pero no se sacia. Mucha gente se entretiene, pero no disfruta. Tus relaciones, tu familia, tu matrimonio, tu empleo o negocio, tus estudios, tus proyectos de vida, adquirirán una nueva perspectiva que estará enfocada en darle la preeminencia al que lo dio todo por nosotros: Jesucristo.