jueves, 8 de diciembre de 2016
¡UN CORAZÓN ENSEÑABLE!
Una virtud que deberíamos desarrollar en nuestra vida es tener un corazón enseñable; es decir, dispuesto a aprender. Sin embargo, el orgullo puede ser un gran obstáculo para esto. Para Luzbel, ahora conocido como Lucifer o Satanás, el orgullo fue la fuente de su rebelión contra Dios: pretender ser igual al Creador e independiente de Él. Si deseamos hacer la voluntad de Dios debemos revestirnos de humildad y decirle al Señor: "Enséñame a vivir como tú siempre has querido". ¿Acaso esta oración no te parece similar a "...no se haga mi voluntad, sino la tuya"? Si hoy levantas una oración para pedirle algo al Dios todopoderoso, por favor, pídele un corazón dispuesto a aprender a hacer Su voluntad. ¡Que tengas éxito el día de hoy!
miércoles, 7 de diciembre de 2016
¡PIDE UN DESEO!
Si estuvieras a punto de apagar las velas de tu torta de cumpleaños, ¿qué deseo pedirías? Me imagino que el más grande, el anhelo más profundo de tu corazón. Y quisiéramos que ese momento fuera mágico y nuestra petición se hiciera realidad. ¡Quiero decirte que eso puede ser posible! El versículo que nos corresponde hoy nos dice que Dios nos dará lo que más deseamos. ¡Wow! ¡Qué extraordinario! ¡Podemos pedir lo que sea! Pero... Hay una condición: "Entrégale a Dios tu amor" No es un poquito; ni es la mitad; ni siquiera es el 99%. Es todo nuestro amor. Entonces, ¿qué haremos?
¡Que tengas éxito hoy en todo lo que emprendas!
¡Que tengas éxito hoy en todo lo que emprendas!
viernes, 2 de diciembre de 2016
¿ACASO ME LLAMAN FOSFORITO?
Reflexiones sobre la paciencia
“Al sabio la inteligencia lo hace ser paciente; es
admirable ver cómo perdona a los que le han hecho daño”. (Proverbios 19:11 PDT)
“Las personas sensatas no pierden los estribos; se
ganan el respeto pasando por alto las ofensas”. (Proverbios 19:11 NTV)
“Es de sabios tener paciencia, y es más honroso
perdonar la ofensa”. (Proverbios 19:11 TLA)
“La prudencia consiste en refrenar el enojo, y la
honra, en pasar por alto la ofensa”. (Proverbios 19:11 DHH)
"¡Mira lo que me hiciste hacer! ¡Por tu culpa
perdí los estribos!" ¿Cuantas veces habremos escuchado esta explicación
para justificar una explosión de ira? Salomón habla de dos tipos de personas:
aquellas que se dejan llevar por la ira y aquellas que tienen dominio propio. A
las primeras las llama necias, insensatas. A las otras las llama sabias (RV),
prudentes (DHH), sensatas (NTV). ¡Presta atención! Cualquier persona puede
airarse, pero eso no define quién es; sin embargo, "practicar" todos
los días esa misma actitud le hará necia o sabia, pues eso se volverá parte de
la persona. Entonces, cuando Salomón habla de un necio o un sabio habla de
alguien que ya ha hecho de la ira o la paciencia parte de su vida. Asimismo,
encuentro que Salomón define al sabio como aquel que es capaz de dominar sus
impulsos; de controlar sus emociones: el sabio "no pierde los
estribos" (NTV), es "paciente" (TLA), refrena el enojo (DHH).
Pero la antítesis de éste es el necio: aquel que se deja gobernar por sus
instintos; que no tiene la voluntad de poner freno a su enojo; que se reconoce
porque deja que sus emociones se desboquen. Finalmente, Salomón nos enseña que
el honor (valor, la importancia o el respeto) no se gana con títulos o dinero;
el respeto, la admiración y la honra serán los frutos obtenidos por aquellos que, con sabiduría, son capaces
de perdonar a los que les han hecho daño.
¿Qué podemos, entonces, decir de nosotros? ¿Estamos
practicando diariamente la ira o la paciencia? Reitero: la práctica hará que
seamos lo que practiquemos. ¿Somos o nos estamos volviendo sabios o necios?
¿Somos de los que dejamos que las emociones nos controlen o tenemos dominio
sobre ellas? ¿Qué vamos dejando detrás de nosotros: razones para ser tratados
con honra o deshonra?
Para comenzar a orar: Querido Dios: ayúdame a examinar
mis actitudes y a darme cuenta de aquellas que me están convirtiendo en alguien
que no quiero ser. Dame valor para reconocer cuando peco o le hago daño a mi
prójimo o a ti y a tener la voluntad necesaria para apartarme de aquello que te
ofende o que daña a las personas que están cerca de mí. Ayúdame a fortalecer
aquellas virtudes que ya estoy practicando porque cada día quiero parecerme más
a tu Hijo, Jesús, y andar como Él anduvo. En el nombre de Jesús, te lo pido,
amén.
viernes, 2 de septiembre de 2016
¿INFIELES, DESLEALES?
"Que el fiel amor y la
lealtad nunca te abandonen. Átalos a tu cuello, escríbelos en tu
corazón..." (Proverbios 3:3 PDT)
¡Cuántos problemas tenemos en
nuestras relaciones personales, laborales y ministeriales porque no entendemos,
ni aplicamos los valores de la fidelidad y lealtad! Para el escritor del libro
de Proverbios, el sabio tiene, no sólo como cualidades, sino como valores
esenciales en su vida la fidelidad y la lealtad. ¿Por qué fallamos en aplicar
estas virtudes que Dios espera ver en sus hijos con tanta frecuencia? Antes de
responder esta pregunta es necesario establecer una verdad fundamental: SIEMPRE
SEREMOS FIELES Y/O LEALES A ALGUIEN O A ALGO. No es necesario que conozcamos el
significado etimológico de estos términos para comprenderlos y ponerlos en
práctica. Conozco a mucha gente que tiene poca o ninguna instrucción académica
y son las personas más incondicionales en cuanto a fidelidad y lealtad; así
como también he conocido personas con mucha instrucción y preparación y son
infieles y desleales. Mi punto es que la gente no es infiel o desleal por
ignorancia académica. Sin embargo, una razón que viene a mi mente es que no
somos fieles o leales porque somos inconstantes en nuestros propios principios
y valores. Por ejemplo: cuando alguien te dice que robar no es malo cuando se
hace por hambre, ¿estás de acuerdo? Otra pregunta interesante sería: ¿Cuál es
el Dios verdadero? Para muchos no sería difícil responder esta pregunta, no
obstante, cuando confrontaron a los israelitas con dicha interrogante, se
quedaron callados. ¿Por qué? Porque dudaban en sus convicciones y principios
más elementales (1 Reyes 18:21). En la carta escrita por Santiago encontramos
una declaración impactante acerca de los que dudan: “...El que duda es como una
ola del mar que el viento se lleva de un lado a otro. No sabe lo que quiere,
por lo tanto no debe esperar nada del Señor, pues el que duda es inestable en
todo lo que hace.” (Santiago 1:6-8 PDT). Te pregunto: ¿Eres una persona que, no
sólo sabe cuáles son sus principios y convicciones, sino que los mantiene
inconmovibles ante quién sea y lo que sea? Los que dudan en sus principios y
valores siempre verán comprometidas su fidelidad y lealtad.
Reflexionando un poco más sobre
la infidelidad y la deslealtad, encuentro que hay gente que es infiel y/o
desleal porque es egoísta. Este tipo de persona pretenderá ser fiel y leal sólo
a sus propios intereses. Puede que sea parte de un equipo, grupo u
organización, pero su objetivo no será el beneficio del colectivo sino el
personal. Por ejemplo: La fidelidad y lealtad de Eva hacia sí misma se
sobrepuso a la fidelidad y lealtad a Dios y a su esposo cuando estuvo frente al
fruto prohibido. Rebeca, la esposa de Isaac, puso en primer lugar sus propios
intereses en vez de ser fiel y leal al mandato divino; por eso, engañó a su
esposo para que bendijera a su hijo preferido (Jacob). E igualmente, Acán pensó
sólo en sí mismo cuando decidió quedarse con parte de lo que había sido
declarado como maldito y que debía ser destruido. Todos ellos terminaron siendo
fieles a sí mismos porque su corazón estaba dominado por el egoísmo.
Finalmente, hay gente que es
infiel y/o desleal porque decide serlo. A pesar de que saben lo que deben
hacer, deliberadamente, escogen herir y hacer sufrir, siendo infieles y
desleales. Por ejemplo: El apóstol Pablo le deja claro a sus lectores romanos
que el ser humano ha decidido darle la espalda a Dios a pesar de que han visto
su poder y su gloria a través de la creación. El apóstol les escribe: "...Aunque
los seres humanos conocían a Dios, no lo respetaron como él merece ni le dieron
gracias. Terminaron pensando bobadas y se cerraron al entendimiento. Se creían
sabios, pero sólo eran unos tontos..." (Romanos 1:21-22 PDT). Quiero
decirte que si el ser humano es capaz de hacer esto con Dios, también lo puede
hacer con su prójimo.
El meollo del problema de
infidelidad y deslealtad se centra, entonces, en el corazón de cada individuo
que, a sabiendas, decide serlo; que conscientemente antepone sus propios
intereses en vez de pensar en su prójimo; y que vacila en pasar por el filtro
de principios firmes su conducta y acciones.
Ahora bien, necesitamos ir un
poco más allá en esta reflexión sobre la infidelidad y la deslealtad. No basta
con reconocer dónde estamos, es imperativo asumir los cambios que nos llevarán
a mejorar en las áreas débiles y a rectificar cuando sea pertinente, pues como
mencioné al principio, muchos de los problemas en nuestras relaciones, a todos
los niveles, tienen su origen en la infidelidad y la deslealtad. Por lo tanto,
asume el reto de dejar de ser inconstante en tus convicciones y principios. Sé
capaz de permanecer inconmovible en tus principios aun ante lo peor, así como
lo hizo el apóstol Pablo ante las amenazas de muerte: "Mas yo sé en quién
he creído". Recuerda que en la rutina diaria de tu vida encontrarás
trampas y emboscadas que te tentarán a abandonar tus convicciones, pero es allí
cuando debes confesar con plena certidumbre: "yo sé... y estoy
seguro". De igual manera, debemos ejercitarnos en
amar a nuestro prójimo e interesarnos genuinamente en sus necesidades en vez de
pensar sólo en las nuestras. La recomendación de Pablo a los filipenses fue la
siguiente: "...No hagan nada por rivalidad ni orgullo. Sean humildes y
cada uno considere a los demás como más importantes que sí mismo. Que cada uno
no busque sólo su propio bien, sino el de los demás" (Filipenses 2:3-4
PDT). Permíteme recalcar en la palabra EJERCÍTATE. Amar al prójimo e
interesarse en él requiere de un ejercicio cotidiano para lograr el hábito en
nuestra vida.
Por último, si te has dado cuenta
que en tu corazón hay egoísmo y pecado de infidelidad y deslealtad, puedes
venir ante el Señor y decirle como el salmista David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva
un espíritu fiel dentro de mí" (Salmo 51:10 NTV). Recuerda que "el
que encubre su pecado no prosperará, pero el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios
28:13).
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