La respuesta grosera enciende más el enojo (Proverbios 15:1)
Quien habla con dulzura convence mejor (Proverbios 16:21)
¡Nunca deberíamos olvidar que somos los espejos de Dios! Sin embargo, cuando Él no se refleja en nuestra vida es porque estamos siendo espejos de otro. Como hijos de Dios y espejos de Su gloria debemos reflejar Su amor, Su humildad, Su compasión, Su tolerancia, Su paciencia, Su misericordia, Su entrega, Su celo por honrar a Dios y Su pasión por alcanzar a los perdidos. Te quiero animar para que no te dejes arrastrar por los criterios del tiempo presente: su filosofía, su cultura, su postura ante las diferentes situaciones de la vida, su vocabulario y su respuesta ante el desagravio, la injusticia y el pecado. Por las misericordias de Dios, te ruego que alejes de tus labios aquellas palabras que ofenden, que hieren, que maltratan, que descalifican y que matan el carácter y la valía de tu prójimo. Recuerda que de los labios de la persona sabia destilan palabras de sabiduría y la boca de los necios escupe necedades. Los labios de los sabios son manantial de vida. Recuerda que las palabras amables son como la miel: endulzan la vida y sanan el cuerpo. Que sean gratos los dichos de tu boca y la meditación de tu corazón delante del Señor y de los que te rodean. Recuerda que en las Sagradas Escrituras el Señor nos enseña una manera distinta a canalizar nuestro enojo y frustración por las injusticias, el pecado y la decepción por los objetivos no alcanzados. Recuerda que lo que sale de nuestra boca proviene de los buenos o malos tesoros que están guardados en nuestro corazón. Recuerda, ¡SOMOS ESPEJOS DE DIOS! Que así como la gente veía la gloria de Dios reflejada en el rostro de Moisés cuando éste salía de Su presencia, la gente que nos rodea tenga una experiencia similar cuando se encuentre con nosotros.¡Que el Señor te llene con su amor y con su paz!
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